Descripción
El agua, nos dice la autora de este libro, estuvo sujeta durante el virreinato a la potestad del soberano. Salvo aparentes excepciones, la propiedad privada del agua sólo existía en los casos de fuentes, pozos y manantiales localizados en terrenos particulares, convirtiéndose en pública en el momento en que escurrían hacia el exterior del terreno de su propietario.
Este libro habla de la historia cotidiana del agua y del largo camino que recorrió para que la mayor parte de los pobladores de Puebla tuvieran acceso a ella. Describe las formas en que llegaba a la naciente ciudad en el siglo XVI, el papel de los ríos y de los manantiales y la manera en que los habitantes de la ciudad tenían acceso a ella, por concesión o merced, aprovechando sus escurrimientos o robándola. Destaca el papel del agua en la vida cotidiana; fuentes, lavaderos, “comunes”, “necesarias”, tazas y escusados de barro y se aproxima a una historia ambiental, al enfocar su utilización como elemento de fuerza motriz en los molinos, a la vez que se convertía en un insumo necesario en las panificadoras, tocinerías y curtidurías urbanas. Un documentado análisis que enfoca además las consecuencias de arrojar todo al río (en especial el de San Francisco que atravesaba y daba vida a la ciudad), los afectos de las guerras civiles y las intervenciones estadounidense y francesa, así como su indisoluble asociación con las epidemias y los residuos contaminantes derivados de la incipiente industrialización. Rosalva Loreto nos habla no sólo de los proyectos de saneamiento y de abasto de agua que se emprendieron, desde el siglo XVIII hasta albores del siglo XX, para satisfacer las crecientes necesidades de esta ciudad, sino de la relación vivida y frecuentemente gozosa que sus habitantes tuvieron con el vital líquido.