Descripción
En el diálogo titulado “Cratilo o del lenguaje”, Platón presenta un Sócrates que disputa primero con Hermógenes y luego con el joven Cratilo sobre dos posiciones contrarias acerca del origen y de la naturaleza del lenguaje. Hermógenes está convencido de que las palabras, los “nombres”, sólo se deben a una convención: el lenguaje no es capaz de imitar o reflejar la realidad. El signo no nombra nada, excepto a sí mismo. Cratilo, por otro lado, defiende el potencial imitatorio del idioma. Todos los nombres son imágenes que imitan sus originales. Sócrates explica los nombres de los dioses, de las estrellas, de los elementos, los analiza conforme a las palabras que los componen y de paso inaugura la tan productiva ciencia de las etimologías populares. Sócrates no refuta a Cratilo sino que instaura una forma moderada del cratilismo y dice que sería mejor admitir que no podemos saber nada acerca de la naturaleza de los dioses, ni de sus nombres. Investigar estas cuestiones significa aceptar un fracaso inevitable. El análisis cratílico, la etimología ontológica (y popular) de los nombres probablemente tienen límites, y a la postre resultan erróneas, pero como nos muestra Adreas Kurz en las páginas de este libro, un lenguaje que refleje fielmente el mundo, un mundo que tiene su imagen precisa en el lenguaje, serían menos desconcertantes.